LAS KV, "SIGLAS PARA SOÑAR"


KV, Siglas con las que se denomina a todas las tumbas del Imperio nuevo de Egipto, halladas en el  valley Kings (Valle de los Reyes). Forma una parte de la Antigua Necropolis de Tebas. Entre todas ellas la KV62, cambio la historia de la arqueología, la famosa tumba del joven Tutankamon.
No pudo describir Howard Carter, su descubridor, con mejor frase, en  el momento de su hallazgo, tras abrir un pequeño agujero, 

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Orígenes: La dinastía XVIII 


El primer rey conocido que abandonó la necrópolis de Dra Abu el-Naga fue el tercer faraón de la dinastía XVIII, el gran Thutmose I, que, en torno al año 1500 antes de nuestra era (gobernó de 1504 a 1492 a. C.), encargó a su mano derecha y arquitecto real Ineni la construcción de su tumba en medio del mayor secreto. El propio Ineni se jacta de su eficacia afirmando: nadie me vio, nadie me oyó.

En un principio es posible que se pensase en el Valle de los Reyes como un cementerio familiar, no sólo dedicado a los reyes. Prueba de ello son más numerosas tumbas menores, casi todas de tiempos de la dinastía XVIII, en las que sin duda debieron de ser enterrados reinas, príncipes y princesas. Sería sólo a partir de la fundación del Valle de las Reinas cuando la cantidad de personajes no reales enterrados en el Valle de los Reyes desciende drásticamente.


Tumba de Sethy I, quizás la más hermosa del Valle de los Reyes.
Tumba de Tutankamón, la más conocida de todo el Valle.
Tumba de Thutmose III, famosa por sus pinturas estilizadas.


Las tumbas de la dinastía XVIII han sido, en su gran mayoría, las últimas en ser descubiertas. Esto se debe a lo bien que disimularon los constructores de tumbas su entrada, y a los escombros que cayeron en los umbrales con el paso del tiempo. Aun así, que se sepa, tan sólo dos de ellas (las tumbas 46 y 62, ambas de esta época) mantuvieron todos sus tesoros y ocupantes indemnes y a salvo de saqueadores.

El Valle de los Reyes sufrió en tiempos de esta dinastía algunas tentativas de ser abandonado: se cree que Thutmose II construyó su tumba en otro lugar; Amenhotep III lo hizo en el Valle Occidental, alejándose de la tradición; e incluso Ajenatón, al trasladar la capitalidad a Ajetatón, su nueva ciudad construida en medio del desierto, diseñó una necrópolis en la moderna Tell el-Amarna. Es posible que, omitiendo los motivos religiosos y políticos concernientes a Ajenatón, los otros intentos fuesen debido a la aparición de los primeros saqueadores de tumbas, que ni siquiera los soldados reales y las guardias nocturnas podían evitar.

 Las dinastías XIX y XX 

Sería con las nuevas dinastías cuando el Valle de los Reyes experimentase un profundo cambio. Las tumbas pasarían a ser de diseño completamente recto (al contrario que las de la dinastía XVIII, donde suelen presentar acodamientos), y su entrada es mucho más fácil de descubrir que la de sus antecesores. Esto provocaría un aumento espectacular en los robos, y las tumbas ya bien conocidas desde la Antigüedad serían precisamente las de esta época.

Pese a que Tebas perdió la capitalidad a favor de Pi-Ramsés, en el Delta del Nilo, los reyes siguieron manteniendo la necrópolis y construyendo sus templos funerarios en la orilla occidental tebana. No obstante, las cosas estaban cambiando, y los monarcas cada vez se desentendían más de la antigua capital y los sacerdotes de Amón iban adquiriendo el control. A la par, Egipto se estaba debilitando, y el hambre y la pobreza comenzaban a hacer su aparición en las clases populares.


La incapacidad de muchos faraones, las tensiones con los sacerdotes y miembros de la nobleza local, el peligro de una invasión, así como la carestía acabarían por colapsar el Imperio Nuevo en el reinado del último gran faraón, Ramsés III. Es entonces cuando se tiene noticias de la primera huelga conocida de la Historia Universal, cuando los constructores de tumbas exigieron más comida y un salario mejor.



Los siguientes faraones de la dinastía XX, hasta Ramsés XI, poco o nada hicieron por cambiar la situación. Tebas se asfixiaba, y los temores que se preveían ya desde hacía siglos, se hicieron realidad: el Sumo Sacerdote de Amón se autoproclamó autónomo y, como un verdadero rey sin corona, se escindió del norte del país. Ramsés XI, que estaba construyendo su tumba en el Valle de los Reyes, nunca llegó a ocuparla. Tanto la necrópolis real como el Imperio Nuevo habían desaparecido, 430 años después del reinado de Thutmose I.


El olvido 


Los reyes de la dinastía XXI trasladaron la capital a Tanis, abandonando Tebas y dejando el Alto Egipto bajo el control de los Sumos sacerdotes de Amón, y el principal problema que tuvieron que atajar fue el de los ladrones de tumbas. La inestable situación del país, que ya nunca más volvería a ser un gran imperio, estaba provocando que bandas, cada vez más agresivas y menos temerosas de los castigos que pesaban sobre los saqueadores, robasen las tumbas y destrozaran las momias. El escándalo era tal que incluso había miembros de la administración local implicados en el robo de tumbas.


La prioridad era proteger la necrópolis más importante, el Valle de los Reyes, y así se hizo. Con un piadoso gesto, que la egiptología no le dejará nunca de agradecer, el Sumo Sacerdote de Amón Pinedyem II ordenó trasladar las momias reales de sus tumbas a varios escondrijos para ponerlas a salvo. Ignoramos cuántos de éstos escondrijos hubo, pero se han encontrado dos depósitos, en los que se hallaron las momias de casi todos los faraones del Imperio Nuevo, de algunos Sumos Sacerdotes, y de varios familiares. Estos hallazgos tan valiosos se produjeron en la tumba número DB320 de Deir el-Bahari y en la 35 del propio Valle de los Reyes.


 Redescubrimiento  

MASCARA DEL JOVEN TUT
Varias tumbas del Valle de los Reyes permanecieron abiertas desde la Antigüedad. Éstas serían pasto del vandalismo de los griegos y los romanos, que inscribirían sus nombres (uno de los primeros casos de graffiti de la historia) en algunas tumbas, e incluso la ira de los cristianos, que atacarían a algunas tumbas o que incluso habitarían en ellas, en el caso de algunos ermitaños. Sería con la conquista de los musulmanes cuando el valle tuviera algo de descanso, pues éstos directamente lo ignoraron, considerándolo algo ajeno e innecesario.

Muy pocos viajeros europeos harían aparición en el Valle hasta la llegada de la expedición francesa de Napoleón, cuyo grupo de historiadores exploraría el lugar e incluso identificaría algunas tumbas que permanecían olvidadas, como la de Amenhotep III.

Poco después llegarían otros como Belzoni, Champollion, Lepsius, Maspero y Carter, entre muchos otros. A largo de todo el siglo XIX y comienzos del XX comenzaban a descubrirse algunas tumbas reales y numerosos pozos funerarios que acrecentaban cada vez más el interés por la necrópolis y por Egipto en general. El hallazgo de tumbas tan bellas como las de Sethy I u Horemheb, de los escondrijos de las momias reales, o de la misteriosa tumba 55 crearon una verdadera fiebre en la que varios arqueólogos y acaudalados coleccionistas competían por el mejor hallazgo.


Sería en 1922 cuando el Valle de los Reyes desvelara su secreto mejor guardado, la celebérrima tumba de Tutankamón, el rey-niño de la dinastía XVIII. Llena de tesoros jamás soñados, es sin competidor posible, el hallazgo más importante de la arqueología contemporánea universal, y el comienzo de la egiptomanía que aún se siente en la sociedad. Pero no sería el fin del Valle de los Reyes: aunque ya es harto improbable la existencia de una tumba de esas características escondida en el valle (sobre todo porque ya han sido hallados casi todos los faraones), comienza la labor documental. Ya no se excava en busca de tesoros, sino de información.

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