A mediados de los años 70 apareció en Porcuna (Jaén) los restos de una necrópolis y de un fastuoso monumento funerario ibero. Hoy su destrucción sigue siendo un enigma para los arqueólogos.
Los grandes iconos de la arqueología ibérica están en boca de todos.
La Bicha de Balazote, la propia Dama de Elche como máximo exponente de
ese arte ecléctico en el que podemos ver numerosos elementos
orientalizantes, los innumerables exvotos que han llegado hasta nosotros
o las no menos impresionantes esculturas de Porcuna o del Cerro del
Pajarillo nos acercan un poco a la idea estética de este pueblo. Muchas
de esas esculturas están vinculadas al mundo religioso, campo que
desgraciadamente no podemos conocer en profundidad debido a la falta de
textos.
Cabeza de guerrero ibero de Porcuna |
Los más de 1.400 fragmentos aparecidos en Cerrillo Blanco
debieron de formar parte de un monumento funerario; una especie de loa a
los ancestros que en algún momento dado de la historia, seguramente
tras el cambio de clan en el gobierno de la comunidad, se destruyó
llegando hasta nosotros en tan mal estado. Apenas hay representaciones
del rostro humano. Todos ellos fueron aniquilados al ser posiblemente el
portador del alma en la creencia ibera. La presencia de un guerrero,
verdadero icono del arte ibero, es todo un unicum y una singularidad en esta cultura milenaria.
Representaciones en cerámica
En
lo que respecta a la decoración de vasijas, los iberos contaron con
motivos muy evolucionados. En la zona levantina podemos encontrar
representaciones de la vida cotidiana, de bailes, escenas bélicas, etc.
Además recientemente el hallazgo de los restos de complejos funerarios
principescos con esculturas de gran valor artístico nos está hablando ya
de un pueblo refinado, similar a otros contemporáneos.
La mayor
parte de la información con que contamos sobre los iberos no viene por
los autores clásicos, quienes en la mayoría de los casos se limitan a
citar los nombres de los pueblos y poco más, sino por el estudio de las
necrópolis. Recordemos que aunque la escritura ibera se puede leer a
partir de las monedas romanas con inscripciones en ibero y en latín de
nombre de lugares y pueblos, no se ha podido descifrar. Como tienen
todos los investigadores a bien reconocer, falta esa piedra de Rosetta
que ayude a leer un texto ibero, con una extensión mínima, comparándolo
con uno griego o latino. Mientras, insistimos, nos tenemos que conformar
con el estudio de los yacimientos y más en concreto de las necrópolis y
de los poblados. En muchos de ellos podemos ver un estadio urbano
desarrollado lo que nos habla una vez más de esa evolución en la
cultura, calles paralelas, casas de personajes importantes, seguramente
el príncipe del poblado. O como en el caso del poblado de Puente Tablas,
a pocos kilómetros de Jaén, una inmensa muralla con bastiones
importantes. Se trataría pues una ciudad estado que, rodeada por algunas
fortificaciones, le ayudaban a proteger el espacio que cada comunidad
entendía como propio.
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